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Nepal 1. (segunda semana de Mayo 2012).


Calle comercial en Thamel
Nepal, el país del Himalaya, era uno de los lugares clave de nuestra vuelta, y eso que yo (Javi) ya había estado aquí hace nada menos que 11 años. En aquella ocasión vine en Julio, y los monzones estaban en pleno apogeo, lloviendo bastante y con calor. Planeamos el periplo mundial para llegar aquí en Abril, pero las maravillas del mundo nos han entretenido y hemos llegado un mes más tarde de lo previsto, por lo que el monzón ya está casi comenzando.
Durbar Square de Kathmandu
Tras la visita a Hong Kong, con sus gigantes edificios y modernos centros comerciales, aterrizar en Kathmandú fue un brusco salto. Para entrar en el país hay que obtener un visado y pagar un dinero (en dólares o rupias nepalíes). Ya contábamos con ello, y al ir a sacar dinero del cajero automático, como en muchos aeropuertos del mundo hemos hecho, resulta que... estaba cerrado. Y nos lo dicen con naturalidad... “es que a estas horas ya está cerrado”. Menos mal que Encarni guardaba unos dólares de reserva y lo arreglamos.
Calle de Kathmandu
Kathmandú es una ciudad caótica, muy ruidosa, con un tráfico de locura pero también guarda hermosos lugares para visitar.
Estupa budista
Los primeros días nos alojamos en un hotel cerca de Thamel, que es un barrio en el que están concentradas todas las tiendas para turistas, la mayoría de los hoteles, restaurantes y agencias de viajes. Todo lo que un extranjero de visita en este país pueda necesitar lo encontrará en el barrio de Thamel, sin necesidad de ir a ningún otro lugar.

Monjes en monasterio
Hicimos un recorrido por el corazón de la ciudad viendo barrios, mercados, diversos templos budistas e hinduistas y a la gente en sus quehaceres diarios. Las calles, muchas sin asfaltar y con basura por el suelo, son un ir y venir de gente comprando o vendiendo en pequeñísimos puestos o tiendas que a la vez son también sus casas. Se mezclan con coches, motos con varias personas, ricshaws, autobuses destartalados, bicis “de carga” y vacas felices y a su aire, ya que aquí como país hinduista se las respeta. El final del paseo era Durbar Square. Es el nombre que se les da a las plazas de las ciudades que engloban los principales templos y palacios. 
Monasterio Tibetano
Se paga una entrada pero merece la pena. Uno de los palacios que hay es el correspondiente a La Kumari, donde vive junto a su séquito y sin salir de allí una niña “Kumari”, a la que se venera como a una diosa. Cuando tiene su primera menstruación, sale de su rol de diosa y es remplazada por otra. Coincidió que cuando fuimos era el momento de asomarse a la ventana y la pudimos ver, una niña de unos diez años saludando durante unos instantes, con cara de aburrimiento y a la que está prohibido hacerle fotos.
Rezando en los molinillos
Los precios en este país permitieron a nuestra maltrecha economía recuperarse un poco de la “crisis Oceánica”. Y es que una habitación doble con baño cuesta unos 6 u 8 €, una comida completa unos 2 o 3 €, un transporte de 8 horas 5 €, un taxi en la ciudad 3 € y así todo.
Fue una estancia agradable porque la gente es muy amable y están acostumbrados al turismo extranjero y se siente uno seguro paseando por sus calles.
Típica comida Nepalí


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1 comentarios:

Ignacio Sánchez dijo...

¡Anda, los leones de las cortes!

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