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Ofrendas rituales |
Desde Darwin volamos a nuestro primer
destino asiático: la isla de Bali, en Indonesia.
Pasamos un día en Kuta, una ciudad de
la costa sur situada al lado del aeropuerto y orientada al turismo
jóven y barato. Por tanto, hay muchas discotecas, pubs, vida
nocturna y mercadillos de recuerdos. Su gran playa es buena para
aprender a hacer surf. El tráfico, especiamente de motocicletas, es
caótico y ruidoso. Los australianos la invaden en temporada alta: de
Junio a Agosto.
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Nuestra salvación frente al calor
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Al día siguiente nos fuimos a Ubud,
una ciudad del interior de las más interesantes de la isla, ya que
conserva todavía el espíritu balinés en las edificaciones,
templos, campos de arroz, etc. Al llegar allí nuestra percepción
del país cambió a mejor. Nos alojamos en un complejo de bungalows
de estilo balinés, con exuberantes jardines, templo y piscina. Los
propietarios tienen allí su vivienda, y puedes ver cómo es su vida
cotidiana. Ubud ofrece multitud de actividades de diversa índole.
Nosotros elegimos asistir una noche a un espectáculo de música
(gamelan) y danza balinesa.
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Danzas Balinesas
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Aunque están muy orientados al turismo,
son interesantes. La música es bastante estridente y con unos ritmos
de lo más extraño para nuestros oídos occidentales. Los trajes son
espectaculares, por su gran colorido. Los bailes son movimientos
lentos y muy precisos en los que se combinan ojos, manos y pies,
exagerando la expresión, dándole un aire muy teatral.
Otro día hicimos una ruta caminando
entre los omnipresentes arrozales, al lado de ríos, entre cocoteros
y plataneras. En el recorrido pudimos ver cómo es la vida de los
agricultores.
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Trabajando en el arroz
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Y estando en este lugar, es
imperdonable olvidarse del conocido masaje Balinés, así que fuimos
a un conocido SPA para relajarnos con estas técnicas orientales. Es
un masaje muy completo y variado incluyedo varios tipos de
manipulaciones y que tiene en cuenta los puntos reflejos.
Tras una
hora completa de “meneos”, nos hicieron un masaje exfoliante y
finalizamos con un relajante baño de especias (especias de verdad,
no sucedáneos).
El santuario más importante de Ubud es
el que está en medio del Monkey Forest, un bosque repleto de
simpáticos monos que solicitan comida de los turistas, y si te
despistas se te suben encima.
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Templo en Monkey Forest
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Los monos viven aquí libremente, son
respetados. Y es que en medio de un país musulmán como Indonesia,
la isla de Bali es casi por completo Hinduista. Se nota en los
templos, las construcciones, las costumbres, etc. Hay pequeñas
ofrendas en cualquier rincón, especialmente en las puertas de los
negocios y en las hornacinas dedicadas a los dioses. Consisten en
cuenquitos hechos de hojas de platanera con arroz, flores, hierbas,
algo de comida e incienso.
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Una de las playas de Amed
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Excepto por el calor y la humedad
constante, que a veces eran sofocantes, (menos mal que teníamos
piscina), estuvimos muy a gusto y relajados. Además después de
estar pagando en Australia tanto por todo nos alegramos de que aquí
fuese al contarrio. Y es que los precios son bajísimos.
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Encarni echa de menos sus clases
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Comer en un
restaurante normal cuesta una media de 3 €. Una habitación doble
(con piscina y desayuno a la carta) vale 18 €. Y todo en esa gama.
Un veradero chollo. Puedes ir a un hotel de lujo por lo que en España
vas a uno de gama media baja.
En Ubud nos dimos el placer de probar
la interesante comida de esta tierra. Hay especialidades comunes en
todo el país y otras específicas de Bali. En ambas se utiliza
habitualmente la leche de coco y las especias (sobre todo el lemon
grass y el chili). Algunas pican bastante, pero otras..... solamente
pican un poco.
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Maravilloso snorkel
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Los platos más populares combinan el arroz o los
tallarines con verduras, carne o pescado. Hay diversos tipos de
currys, especialmente el curry verde. Los pinchitos de carne o
pescado con salsa de cacahuetes picante (satai) son una exquisitez. Y
las sopas, ensaladas, frutas diversas... hay una buena gama de
deliciosos platos para disfrutar en la mesa. Únicamente flojean en
los postres, que son poco variados: tortitas, puding de arroz negro,
plátano rebozado y poco más.
Tras los días montañeros, nos mudamos
a la costa. Elegimos la zona oeste por sus buenos buceos y aguas
tranquilas. Contratamos un taxi que pasó el día con nosotros
llevándonos a ver muchas cosas de la isla: diversos templos (dos
excavados en la roca), el conjunto de templos hinduistas mayor de
Bali (Besakih, lleno de gente ya que había celebraciones
religiosas), el lago y el volcán de Batur y una plantación de café,
té, cacao y plantas aromáticas.
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Adivina qué frutas son...
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Fuimos a un hotel frente a la playa en
la zona de Amed, en la cual solamente hay unos restaurantes,
bungalows y playas. No hay núcleos urbanos, ni bancos, ni servicios
de ningún tipo. Como Abril es todavía temporada baja, tampoco había
muchos turistas. El mayor atractivo es el mar. El agua es
transparente como el cristal y verdaderamente cálida y justo al lado
de la orilla tienes arrecifes de corales para entretenerte viendo
miles de peces, de esos que se ven en los acuarios. Hemos hecho
snorquel en muchos lugares, pero ninguno es tan accesible, cómodo y
espectacular como éste. No contento con esto, Javi hizo dos
inmersiones, una en un barco naufragado en la segunda guerra mundial
y la otra fue un intento fallido de ver tiburones.
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Supermoto balinesa
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Fiesta mayor en Besakih
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Alquilamos una moto para desplazarnos
por la zona y conocer otras ensenadas, playas y de paso... más
restaurantes. La gente de Bali es muy agradable, siempre están
sonriendo y dispuestos a hablar un rato, aunque algunos sepan poco
inglés.
Pasamos la última noche de nuevo en
Kuta para a la mañana siguiente coger el próximo vuelo
despidiéndonos de Indonesia y del Hemisferio Sur.